Recibido 21 de Abril 2022 | Arbitrado y aceptado 27
de Abril 2022 | Publicado el 31 de Mayo 2022 RESUMEN El
artículo se encuentra enmarcado dentro de la filosofía kantiana, y entre
los campos de la gnoseología, la metafísica y la ética. Nuestro artículo
sostiene que la imaginación trascendental planteada en la Crítica de la
razón pura como también los conceptos de “intuición originaria” y
“representación espontánea”, sirven de base para sostener los postulados
de la razón práctica expuestos en la Crítica de la razón práctica. Cabe
señalar que la exposición que se sostiene de la imaginación, ya sea de la
Crítica del juicio, como también de la Antropología en sentido pragmático,
aumentan en argumentación para la hipótesis planteada. Por último, no se
pretende demostrar la realidad de los postulados, porque es imposible y
absurdo, sino únicamente exponer su demostración quid juris, es decir, una
demostración trascendental de su necesidad en concordancia con la razón
especulativa mediante un sentido que se encontraría bajo una significación
trascendental. ABSTRACT The
article is framed within the Kantian philosophy, and between the fields of
epistemology, metaphysics and ethics. Our article maintains that the
transcendental imagination raised in the Critique of Pure Reason, as well
as the concepts of "original intuition" and "spontaneous
representation", serve as a basis to support the postulates of
practical reason exposed in the Critique of Practical Reason. It should be
noted that the exposition that is sustained by the imagination, whether
from the Critique of Judgment, as well as from Anthropology in the
pragmatic sense, increases in argumentation for the proposed hypothesis.
Finally, it is not intended to demonstrate the reality of the postulates,
because it is impossible and absurd, but only to expose its quid juris
demonstration, that is, a transcendental demonstration of its necessity in
accordance with speculative reason through a sense that would be under a
transcendental significance. RESUMO
O artigo está enquadrado na filosofia
kantiana e entre os campos da epistemologia, da metafísica e da ética.
Nosso artigo sustenta que a imaginação transcendental levantada na Crítica
da Razão Pura, assim como os conceitos de "intuição original" e
"representação espontânea", servem de base para sustentar os
postulados da razão prática expostos na Crítica da Razão Prática. Note-se
que a exposição que é sustentada pela imaginação, seja a partir da Crítica
do Juízo, como também da Antropologia no sentido pragmático, aumenta em
argumentação para a hipótese proposta. Por fim, não se pretende demonstrar
a realidade dos postulados, porque é impossível e absurdo, mas apenas
expor sua demonstração quid juris, ou seja, uma demonstração
transcendental de sua necessidade de acordo com a razão especulativa por
meio de um sentido que seria sob um significado transcendental.
I.
LO QUE HAY EN LOS LÍMITES DEL SENTIDO
Los conceptos puros del
entendimiento, las categorías, es de donde se empieza la necesidad de buscar la
deducción trascendental de las mismas,[1] ya
que estas tendrían un principio, que consiste en que los conceptos deben ser
reconocidos como condiciones a priori de la posibilidad de la experiencia; con
otras palabras, se trata de saber cómo podrían tener validez objetiva las
condiciones subjetivas del pensar; por ello para Kant se debe llevar a cabo una
justificación al modo del quid juris
del ámbito del derecho.
“[…] los juristas,
cuando hablan de derecho y de pretensiones, distinguen, en un proceso jurídico,
la cuestión acerca de lo que es de derecho (quid juris) de la cuestión que se
refiere al hecho (quid facti); y exigiendo prueba de ambas, llaman a la primera
prueba, que tiene que mostrar el derecho o también la pretensión legitima, la
deducción” (Kant, 2009, B117).
Según Kant, las
categorías, como meras formas del pensar, obtienen realidad objetiva, cuando
las aplicamos a los objetos dados en la intuición sensible. Pero la cuestión
está en que, si los conceptos puros o categorías se transforman en conocimiento
únicamente cuando los aplicamos al ámbito de la intuición sensible, es decir,
fenoménico, estos no niegan en absoluto la posibilidad de la existencia de un
mundo situado más allá de lo sensible, el nouménico. Así pues, no sería
contradictorio suponer algo que no es extenso o que no está en el tiempo, pues
según Kant no es contradictorio suponer
como dado “[…] un objeto de una intuición no-sensible, ya que se lo puede
representar, ciertamente, mediante predicados” (Ídem, B149).[2]
Además, como convergen los Principios
formales del mudo sensible y del inteligible (Disertación de 1770) y la Nueva crítica de la razón pura o Por qué no
es inútil una nueva crítica de la razón pura –el primero anterior y el
segundo posterior a la Crítica de la
razón pura– que los conceptos en la metafísica no se tendrán que buscar en
los sentidos, pues, se ha de buscar en la misma naturaleza del intelecto puro,
como abstraídos de las leyes connaturales de la mente.[3]
Por último, Kant siempre estuvo preocupado no solo por fundamentar el mundo
sensible sino también el inteligible, es
decir, lo fenoménico y lo nouménico. Pero, ¿cómo sostener semejante empresa?
II.
DE LA IMAGINACIÓN TRASCENDENTAL
La imaginación que propiamente viene a ser un “operador interno”, ya que
radica dentro del sujeto, es una “[…] función ciega, aunque indispensable del
alma, sin la cual no tendríamos, en general, conocimiento alguno, pero de la
cual, raramente somos conscientes alguna vez” (Kant, 2009, A78). Además es
la condición subjetiva que hace posible no solo la “verdad” científica de lo
fenoménico, sino también la “verdad” moral de lo trascendente; pero, ¿cómo se vería ello?
Kant distingue a la
imaginación como reproductiva y productiva. Ambas tienen un aspecto sintético y
representativo-intuitivo, solo que la primera (imaginación reproductiva) tiene
su lugar en la psicología y la segunda (imaginación productiva) en la filosofía
trascendental.[4]
Sostenemos que en esta última es donde se encuentran sustentados los postulados
de la razón práctica, junto con otros conceptos que la circundan. Ahora bien,
si bien es cierto estos aspectos no fueron señalados por Kant explícitamente,
pero son fáciles de captar y de derivar. Por ello, nos apoyamos en prestigiosos
tratadistas para revisar algunos conceptos utilizados en ensayos, conceptos que
no solo hablan únicamente de la imaginación, sino también de otros conceptos
“que caminan en la misma dirección” que ella.
III. ALGUNOS ENSAYOS SOBRE LA IMAGINACIÓN TRASCENDENTAL
Algunos autores han
tratado el tema de la imaginación productiva (trascendental) e inclusive la han
relacionado con algunos tópicos de la filosofía misma de Kant, y esa relación que
hacen nos permite pensar que desde la imaginación trascendental se sostienen
los postulados de la razón práctica en Kant. ¿Por qué?
* En primer lugar, Martín Heidegger en Kant y el problema de la metafísica,
exactamente en el parágrafo 30 –la
imaginación trascendental y la razón práctica–, ha relacionado precisamente
la imaginación trascendental con el “respeto a sí mismo”, con lo que Kant llama
el respeto a la ley moral. En primera instancia sostenemos que ello es cierto,
pero no suficiente, debido a que, desde la imaginación trascendental, también
se pueden sostener los postulados de la razón práctica, ¿por qué sostenemos
ello?
Heidegger diferencia el exhibitio originaria del intuitus originarius, y ambos operan
estrictamente en el sentido del sujeto, solo que el primero (exhibitio originaria) surge como
consecuencia de un contenido que le ha sido dado por el intuitus originarius, mientras que al segundo (intuitus originarius) no precisa de contenido alguno. Pues
precisamente el intuitus originarius
es un hacer surgir, ya que al intuir crea al ente mismo.
“[…] la imaginación
inventa libremente el aspecto de un objeto, esta exposición de su aspecto es
“originario” [por el] (exhibitio
originaria). En este caso, la imaginación se llama “productiva”. Pero esta
clase de exposición originaria no es tan “creadora” como el intuitus originarius que, al intuir,
crea al ente mismo” (Heidegger, 1954,
p. 113)
Ahora bien, el intuitus
originarius se diferencia de ese modo del intuitus
derivativus, una intuición derivada, que es como tal, producto de ver un
ente sensible y que se muestra a través del exhibitio
derivativa, “[…] en este caso [esa manera de intuición] […] es derivada
(intuitus derivativus) y no originaria (intuitus originarius) y por tanto no es
una intuición intelectual” (Kant, 2009, B72).
De otro lado, el intuitus originarius se asocia con la
“representación espontanea” que es propia y originaria de nuestra mente,
distinta de la “representación de receptividad de las impresiones”.
“Nuestro conocimiento
surge de dos fuentes fundamentales de la mente, de las cuales la primera es [la
de] recibir representaciones (la receptividad de las impresiones), y la
segunda, la facultad de conocer un objeto mediante esas representaciones (la
espontaneidad de los conceptos); por la primera, un objeto nos es dado; por la
segunda, este es pensado en relación con aquella representación ([considerada]
como mera determinación de la mente)” (Kant, 2009, A50-B74).
Ahora bien, si Heidegger
sostiene, además, que, mediante la imaginación trascendental, Kant funda el
conocimiento y la metafísica en general,[5] entonces,
desde los conceptos que maneja Heidegger sobre Kant, existe la posibilidad, que
de estos se sostengan los postulados de la razón práctica, porque nosotros
podemos, intuir originariamente los postulados de la razón práctica porque
dichos objetos no son de carácter sensible, sino suprasensible, y por tanto
únicamente inteligibles por la mera determinación de nuestra mente, es decir,
por una representación espontánea de la misma.
* En segundo lugar, Kathia Hanza,
en La facultad de juzgar reflexionante:
pieza clave del proyecto crítico de
Kant sostiene que una de las características que posee la
mente humana es la facultad de juzgar reflexionante, y viene a ser pieza clave del proyecto crítico kantiano.[6]
Hanza plantea la diferencia entre juicios “determinantes” y juicios
“reflexionantes”, según ella, para Kant la característica principal del “juicio determinante”
es la determinación unilateral del entendimiento sobre la imaginación, mientras que la del “juicio
reflexionante” tiene la tarea de ascender de lo particular en la naturaleza a
lo general, y necesita pues, un principio que no puede sacar de la experiencia.
El “juicio reflexionante”, como ley, puede tan solo darse a sí mismo un
principio semejante, trascendental, y no tomarlo de otra parte, pues si no
fuese de ese modo entonces sería un “juicio determinante”.
“[…] un “concepto
determinado” es, en efecto, resultado de una predicación efectuada por el
entendimiento. Es en este sentido que Kant llama a la facultad de juzgar:
“determinante”, pues ella establece conforme a las categorías que sea lo dado
[de otro lado] Kant plantea el problema de cómo debe la facultad de juzgar
encontrar lo universal cuando solo cuenta con lo particular. En este caso, nos
dice Kant, la facultad de juzgar es “reflexionante” (Hanza, 1994, p. 236). [7]
Ahora bien, a diferencia
del ámbito del conocimiento, la libertad de la imaginación no es dirigida ni prestablecida
por el entendimiento, no hay un predominio o jerarquía de forma cerrada de una
facultad sobre la otra, sino un “libre juego” o también una relación recíproca.
Cuando ambas facultades (imaginación y entendimiento) se relacionan entre
sí en juego armónico, la relación en este caso es de dos formas y una de ellas
es de coordinación.
“[…] la facultad de juzgar pone en relación el entendimiento y la
imaginación. Esta puesta en relación puede ser de dos maneras. O bien la
imaginación es dirigida por el entendimiento –la relación es entonces de
subordinación–, o bien ambas facultades se relacionan entre sí en juego
armónico –la relación en este caso es de coordinación–” (Ídem, p. 236)
Ante lo dicho, de los conceptos desarrollados por Hanza se puede
sostener que es gracias al “juicio reflexivo” que de una representación dada -que
podríamos asociarla, también, a la representación espontánea- nos puede llevar
hacia un conocimiento en general, no dado a través de los sentidos, como los
postulados de la razón práctica. Además, gracias al “libre juego” de las
facultades, la imaginación puede plantearse algo “determinado”, por ejemplo, dichos
postulados y el entendimiento los puede aceptar por ser simplemente una
“posibilidad” que se da en el pensamiento y por ende aceptada por el
entendimiento.
* En tercer lugar, Hannah Arendt
en La vida del espíritu,[8]
en particular en la relación entre lo que es el juicio reflexionante, la
imaginación trascendental y la política. Arendt sostiene que las “[…]
intuiciones del juicio estético y reflexionante carecen de consecuencias
prácticas para la acción” (Arendt, 2010, p. 455), para nosotros es cierto que el
juicio estético carece de consecuencias prácticas, pero no el juicio
reflexionante, ya que este es el que nos mueve hacia el proyecto de la paz
perpetua, propuesta que todos de manera
particular queremos -por naturaleza y sin recurrir a la experiencia-. Y
que coincidentemente son particularidades que se juntan y llegan a
una universalidad, que se torna un deseo común en todos, fundado en un
principio que no se extrae de la experiencia como el sensus communis.
“[…] por sensus communis ha de
entenderse la idea de un sentido que es
común a todos, es
decir, de un juicio que, en su reflexión, tiene en cuenta por el pensamiento (a
priori) el modo de representación de los demás para atener su juicio, por decirlo
así, a la razón total humana, y, así, evitar la ilusión que, nacida de
condiciones privadas subjetivas,
fácilmente tomadas por objetivas, tendría una influencia perjudicial en el
juicio” (Kant, 2007, p. 234)
En una segunda parte,
Arendt argumenta que Kant no habrá escrito un voluminoso texto de filosofía
política, cuestión cierta, “[…] la mejor forma de descubrir lo que pensaba al
respecto es regresar a la Crítica del
juicio” (Arendt, 2010, p. 459), cuestión que también es cierta, porque, la filosofía política
de Kant nace a partir de su filosofía ética, y esta se basa en la imaginación,
concepto también dado en la Crítica del
juicio.
Además Kant no habrá
elaborado un voluminoso texto político, pero insistimos en que esta parte de
presupuestos están expuestos en su filosofía ética. Empero, es en el genio
donde convergen la imaginación productiva y la originalidad,[9]y
aunque esto, como recalcamos, ha sido expuesto en la Crítica
del juicio, también ya se deja ver ello en
la Crítica de la razón pura,
pues allí se desprende, por ejemplo, que hay una imaginación productiva, que
hay un intuitus originarius y una
“representación espontánea”. Ante lo cual decimos que ahí hay convergencias
conceptuales. Y no solo ello, sino que si hemos dicho dos cosas, primero, que
la filosofía política de Kant, la mejor forma de descubrir lo que pensaba él al
respecto es regresar a la Crítica del
Juicio, segundo, que la ética funda las ideas políticas de Kant, entonces
la Crítica del Juicio también
encontramos ideas que ayudan a entender la ética en Kant, y en efecto, porque por
ejemplo la imaginación nos sirve para crear ideas, tales como el creer poder
hacer nuestras acciones morales de forma universal.
En síntesis, si existe un
juicio reflexionante que de lo particular nos lleve a lo universal, si existe
un sensus
communis, una idea
que es común a todos, se puede sostener -análogamente- que los postulados de la
razón práctica también se pueden “ver” desde ese lado, pues la libertad, la
inmortalidad del alma y Dios, pese a ser entes suprasensibles, no es difícil
que los sujetos en cada uno de ellos se planteen precisamente por el juicio
reflexionante esa posibilidad, y más aún que se haga dicha posibilidad una idea
común entre todos por aquello denominado sensus
communis. Por añadidura, la imaginación y el concepto de genio expuestos en
la Crítica del juicio convergen con
los conceptos expuestos líneas arriba de la Crítica
de la razón pura como intuitus
originarius “representación espontánea” e imaginación productiva.
* En cuarto lugar, Nelly
Festini sostiene en La imaginación en la
teoría kantiana del conocimiento que la imaginación trascendental en su
aspecto representativo-intuitivo posee la fantasía, que es una modalidad de la
imaginación en cuanto sale del campo de la experiencia y que a su vez se
distingue en dos aspectos: la fantasía como colaboradora en la objetividad y la
fantasía como ejemplaridad subjetiva. Si bien ella eligió el primer camino
porque su plan era fundamentar el conocimiento científico, nosotros nos
centramos en el segundo, pues en Kant la imaginación -en la Crítica
de la razón pura- no solo fundamenta el conocimiento científico, sino
también va más allá de los cánones científicos.
“Una modalidad de la
imaginación, en cuanto sale del campo de la experiencia, constituye la
fantasía. En ella se pueden distinguir dos fases: 1) la fantasía como
colaboradora en la objetividad, 2) la fantasía como ejemplaridad subjetiva. En
primer lugar, los supuestos objetivos (hipótesis) son formas que la imaginación
(fantasía) llena de realidad, imprimiéndoles, debido a su poder intuitivo,
mayor fuerza y evidencia. En este sentido, la fantasía participa en la labor de
objetivación; reúne y crea a base de lo dado, solo engendra una intuición para
justificar algo factible. En segundo lugar, la fantasía realiza una labor
plenamente subjetiva, fuera de toda legislación, en sentido predominantemente
creador. Esta labor la verifica más allá de los cánones científicos” (Festini, 1946, p. 96).
Y este aspecto de la
fantasía como ejemplaridad subjetiva que, regulada por el entendimiento,[10]
es la que tiene conexión con el noúmeno, concepto problemático, límite y
necesario. El noúmeno es un concepto que no implica contradicción al ser
pensado, pero que sí implica la negación de su realidad al no poder ser
demostrada su existencia en el ámbito de la intuición sensible. Ahora bien, que
no sea demostrada en este ámbito no quiere decir que sea contradictorio, pues
el noúmeno tiene como característica ser no-contradictorio en el pensamiento y
al mismo tiempo no-ser real en el ámbito empírico.
“[…] el concepto de un noumenon, que no [es], empero, positivo,
ni [es] un conocimiento determinado de cosa alguna, sino que significa
solamente el pensamiento de algo en general, en el cual hago abstracción de
toda forma de la intuición sensible. Pero para que un noumenon signifique un verdadero objeto que se distinga de todos
los fenómenos, no es suficiente que yo
libere mi pensamiento de todas las condiciones de la intuición sensible;
debo, además, tener fundamento para suponer otro género de intuición que esta
que es sensible, en el cual pueda ser dado un objeto tal; pues en caso
contrario mi pensamiento es vacío, aunque sin contradicción”. (Kant,
2009, A 253).
Así pues, quedará
establecido que el noúmeno no es una ficción arbitraria, pero es aquello que
nos saca del espacio y tiempo para situarnos en un mundo posible y pensable. Y
sobre el postulado formal de lo nouménico Kant construirá su ética; ya que:
“[…] considera importante reservar así un lugar vacío, pues su intención es
llenarlo al menos en ciertos puntos (el alma, la libertad y Dios), mediante un
acto de fe proveniente de la razón práctica” (Verneaux, 1978, p. 62). Sentado esto diremos que el primer noúmeno del cual
tenemos conocimiento es la libertad, porque nosotros nos percibimos a nosotros
mismos, como tales, y más aun con la posibilidad de realizar el imperativo
categórico kantiano. Pero todo esto está dentro la significación trascendental
y no del uso trascendental, pues la primera es propia del noúmeno; lo segundo, es
algo propio del fenómeno.
“[…] puede ser aconsejable
expresarse así: las categorías puras, sin condiciones formales de la
sensibilidad, tiene una significación meramente trascendental, pero no son de
uso trascendental, porque este es imposible en sí mismo, ya que a ellas les
faltan todas las condiciones de cualquier uso (en juicios), a saber, las
condiciones formales para subsumir, bajo esos conceptos, cualquier objeto que
pudiera ser dado.” (Kant, 2009, B 305).
IV.
CONVERGENCIAS CONCEPTUALES[11]
A partir de lo dicho nos queda
el camino libre para sostener que la imaginación productiva (trascendental), en
su aspecto sintético, no solo es posible cuando se atiene a lo dado, sino que
también reproduce (evoca) y crea en base
a lo dado todo lo que se le pueda ocurrir sobre ello,[12]y
en su aspecto representativo-intuitivo[13]nos
indicaría no solo la posibilidad de una imagen o de “algo” que nunca se haya
tenido, sino de algo que puede estar más allá de la experiencia: esto sería lo
nouménico, como la libertad, la inmortalidad del alma y Dios -los postulados de
la razón práctica-. Y, ¿por qué se daría ello? Gracias a la fantasía como
ejemplaridad subjetiva[14]que
colabora para ello y al mismo tiempo debido a que la imaginación productiva
tiene un aspecto representativo-intuitivo: eso representativo es espontáneo, y
eso intuitivo originario; es representativo porque es un acto “creativo”
espontáneo, y es intuitivo porque es una inmediatez que hace surgir “algo”, sin
que nada le haya sido dado. Todo ello -además de la función de un “juicio
reflexionante” que de lo particular nos llevaría a lo universal y la existencia
de un sensus
communis, que es una
idea que sería común a todos y compartida por todos, pero que no depende de la
experiencia- hace posible sostener que los postulados de la razón práctica se
podrían “ver” desde este lado, ya que la libertad, la inmortalidad del alma y
Dios no serían difícil de plantearlos bajo ese aspecto como una posibilidad en
cada individuo, como una idea común a todos, fundados en un principio necesario
y a priori, como la forma del juicio reflexionante, que funciona como una
regla. Ya que el “libre juego” de las facultades (la
imaginación y el entendimiento) lo permitirían, es que la imaginación podría
“plantearse” de ese modo los postulados de la razón práctica y el entendimiento
los podría aceptar por ser simplemente una “posibilidad” dada en el
pensamiento.[15]
Ahora bien, alguien puede
objetar que la convergencia de los conceptos expresados en este artículo son de
diferentes textos escritos por Kant en años distintos, ante ello, es claro
sostener que Kant no tiene su
filosofía como conceptos independientes, sino que tiene la idea de un sistema
de filosofía regido por nuestra razón, donde el idealismo trascendental es la
clave para la solución de todos los misterios del entero sistema del mundo.[16]
Para el amable lector que
nos ha venido siguiendo hasta el final, no está demás decir que los postulados
de la razón práctica a que nos referimos están expuestos en la parte final de
la Crítica de la razón práctica y son
como se ha mencionado la libertad, la inmortalidad del alma y Dios. Estos
postulados son supuestos Kantianos -son propios del pensamiento, son noúmenos,
más no fenómenos- los cuales se encuentran enlazados con su teoría ética. El
primer postulado se sostiene debido a que si no se es libre, no se puede obrar
bajo el imperativo categórico, por ello se postula la libertad. Segundo, no es
posible obrar de manera perfecta, ello es un proceso infinito -que la persona
hace indefinidamente-, por lo cual, no es posible alcanzar ello en esta vida,
entonces habrá que suponer “una vida futura”, es decir, la inmortalidad del
alma. Tercero, nuestras acciones al intentar suponerlas perfectas, ello es en
equiparación a alguien que es perfecto de lo cual se postula a Dios, para Kant,
nos alzamos a Dios solo mediante la moral.
En definitiva, en este
último párrafo solo hemos querido brindar una pequeña “reseña” de lo que son
los postulados, ello porque no queremos hacer de este artículo una mera
descripción.
CONCLUSIÓN
En definitiva, esos tres
elementos de carácter suprasensible son solo postulados, supuestos de la mente
humana, y ello porque para Kant estos elementos suprasensibles, esta metafísica,
es completamente inevitable; obedece a una “disposición natural” del sujeto,
donde todo ello radica en el interior del mismo, de manera inteligible e
inteligida. Por último, los elementos de carácter suprasensible -situados en la
Crítica de la razón práctica- están en
la subjetividad, en la fe proveniente de la razón práctica originada en la
imaginación productiva (trascendental) que junto con otros conceptos que
convergen con ella, los cuales muchos de ellos como la imaginación productiva
misma son planteados desde la Crítica de
la razón pura.
REFERENCIAS
ARENDT, Hannah. (2010) La vida del espíritu. Trad. Fina Birulés y Carmen Corral. 3.a. Reimpresión.
Editorial Paidós. Madrid.
FESTINI, Nelly. (1946) La imaginación en la teoría kantiana del
conocimiento. UNMSM. Lima.
GÓMEZ, José. (1984) El teísmo moral de Kant. Ediciones
cristiandad. Madrid.
HANZA, Kathia. (1994) “La
facultad de juzgar reflexionante: pieza clave del proyecto crítico de Kant”. Arete.
Vol. VI, N. 2. PUCP. Lima.
HEIDEGGER, Martin. (1954) Kant y el problema de la metafísica. Trad. Gred Ibscher Roth revisada
por Elsa Cecilia Frost. F.C.E. México.
KANT, Immanuel. (2004) Antropología en sentido pragmático. Trad. José Gaos. Alianza
editorial. Madrid.
--- (2007) Crítica del juicio. Trad. Manuel García Morente. Espasa Calpe. Madrid.
--- (2009) Critica de la razón pura. Trad. Mario Caimi. Edición bilingüe alemán-español.
F. C. E. México D.F.
--- (1984) Nueva crítica de la razón pura. Por qué no
es inútil una nueva crítica de la razón pura. (Respuestas a Johann August Eberhard). Trad. Alfonso Castaño
Piñán. Editorial Sarpe. Madrid.
--- (1996) Principios formales del mundo sensible y del
inteligible (Disertación de 1770). Trad. Ramón Ceñal Lorente, estudio
preliminar y complementario de José Gómez Caffarena. Concejo superior de investigaciones
científicas. Madrid.
--- (2010) Prolegómenos
a toda metafísica del porvenir que haya de poder presentarse como una ciencia. Trad. Julián Besteiro. Revisión y
notas de José Luis Villacañas Berlanga. Editorial Gredos. Madrid.
--- (1991) Transición de los principios metafísicos de
la ciencia natural a la física. (Opus Postumum) Edición de Félix Duque. Editorial Anthropos. Madrid.
VERNEAUX, R. (1978) Immanuel Kant: Crítica de la Razón Pura. Trad. Manuel Olasagasti. Editorial
magisterio español S.A. Madrid.
[1] En este artículo se utiliza
las ideas dadas por Kant en la deducción trascendental expuesta en la Crítica de la razón pura. Es importante
advertir lo siguiente: habiendo dos versiones la que nos ofrece la primera
edición de 1781, y la que nos ofrece la segunda de 1787. Se hace importante
señalar la preferencia y alguna exclusividad de los tratadistas de Kant por una
u otra fuente como la primordial. Para nosotros será primordial la segunda
edición, con apoyo en muchas consideraciones dadas en la primera edición. Con
esta advertencia cuéntese para todo el artículo.
[2] Así pues, tenemos que los
postulados de la razón práctica -la libertad, la inmortalidad del alma y Dios-,
son elementos de carácter no-sensibles, sin embargo podemos hablar de
ellos, Kant lo hace desde la ética. Solo como adelanto, decimos que dichos
postulados no son demostrables como cualquier objeto de carácter sensible, pero
si pensables.
[3] Tal como lo sostiene el español José Gómez Caffarena: “[…] [los “noúmenos”] sus
conceptos más que abstractos (como los empíricos) deberían decirse
“abstrayentes” (es decir que no se mezclan con lo sensible); su origen debe
situarse en “la naturaleza misma del entendimiento”” (Gómez, 1984, p. 49). Y, en efecto, así encontramos en Kant: “[…] el
concepto intelectual abstrae de todo lo sensible, pero no es abstraído de lo
sensible, y sería mejor decir que es un concepto abstrayente que abstracto, por
lo cual es más aconsejable llamar a los conceptos intelectuales ideas puras y
[llamar] abstractos a los conceptos que se dan empíricamente” (Kant, 1996, p. 12). Esto en cuanto
a la Disertación de 1770 texto anterior a la Crítica de la razón pura, ahora, en otra opinión similar pero en un
texto posterior que es aclaratorio de la Crítica
Kant sostiene: “Para elevarse, real
y verdaderamente, a otro orden de seres que los dados en general a los
sentidos, incluso a los más perfectos, sería preciso otro tipo de intuición,
que hemos llamado intelectual (puesto que no se puede tener otro nombre ni otro
sentido lo que pertenece al conocimiento y no es sensible), y en la cual las
categorías no solo no serían necesarias, sino que de ellas no podrían hacerse
el menor uso en semejante constitución del entendimiento” (Kant, 1984, p. 78)
[4]
“[…] en la
medida en que la imaginación es espontaneidad, la llamo también a veces la imaginación
productiva, y la distingo así de la
reproductiva, cuya síntesis está sometida solamente a leyes empíricas, a saber,
a las de la asociación; la cual es síntesis, por eso no contribuye en nada a la
explicación de la posibilidad del conocimiento a priori; y por eso no tiene su
lugar en la filosofía trascendental sino en la psicología” (Ídem, B152). Ahora bien, esto
es con respecto a la segunda edición de la Crítica
de la razón pura; en Antropología en sentido pragmático Kant
lo dice de la siguiente manera: “La
imaginación (facultas imaginandis) o
facultad de tener intuiciones sin la presencia del objeto, es ya productiva,
esto es, una facultad de representarse originariamente el objeto (exhibitio originaria), que antecede, por
tanto, a la experiencia; o bien reproductiva, es decir, una facultad de
representación derivada (exhibitio
derivativa) que devuelve al espíritu una intuición empírica que habríamos
tenido antes. Las intuiciones puras del espacio y del tiempo pertenecen a la
primera especie de representación; todas las restantes suponen una intuición
empírica, que cuando se une con el concepto del objeto y se torna, por tanto,
conocimiento empírico, se llama experiencia” (Kant, 2004;
pp. 76-77)
[5] “La imaginación
trascendental es por lo tanto, el fundamento sobre el cual se construirá la
posibilidad interna del conocimiento ontológico y con ello, a la vez, la de la metaphysica generalis” (Heidegger, 1954, p. 111)
[6] “La facultad de juzgar
reflexionante: pieza clave del proyecto crítico de Kant”, es el nombre que
lleva por título el artículo de Kathia Hanza
donde sostiene que en la Crítica
del juicio “…Kant propone una revisión del proyecto de su filosofía
crítica, que pone al descubierto el rol ambiguo del “sujeto trascendental” y
abre una nueva perspectiva para la comprensión de la naturaleza como el mundo
amplio de la aisthesis” (Hanza, 1994, p. 229)
[7] En efecto, en palabras de Kant encontramos que: “El Juicio reflexionante, que
tiene la tarea de ascender de lo particular en la naturaleza a lo general,
necesita, pues, un principio que no puede sacar de la experiencia, (…) El
Juicio reflexionante puede, pues tan solo darse a sí mismo, como ley, un
principio semejante, trascendental, y no tomarlo de otra parte (pues entonces
seria Juicio determinante) […]” (Kant,
2007, p. 103)
[8] Véase:
Apéndice. El Juicio. Extractos sobre las conferencias sobre la filosofía
política de Kant (Arendt, 2010, pp. 453-470)
[9] “Que el genio es un
talento de producir aquello para lo cual no puede darse regla determinada
alguna, y no una capacidad de habilidad, para
lo que puede aprenderse, según alguna regla por consiguiente, que originalidad debe ser su primera
cualidad […] Que el genio no puede el mismo descubrir o indicar científicamente
como realiza sus productos, sino que da la regla de ello como naturaleza, y de aquí que el creador de
un producto que debe a su propio genio no sepa el mismo cómo en él las ideas se
encuentran para ello, ni tengan poder para encontrarlas cuando quiere, o, según
un plan, ni comunicarlas a otros, en forma de preceptos que los pongan en
estado de crear iguales productos (por eso, probablemente, se hace venir genio
de genius, espíritu peculiar dado a
un hombre desde su nacimiento, y que le protege y dirige, y de cuya presencia
procederían esas ideas originales)” (KANT,
2007, p. 250-251). Dado por sentado
esto, una de las facultades del espíritu que constituye el genio es la
imaginación, ya que de acuerdo a Kant: “La imaginación (como facultad de
conocer productiva) es muy poderosa en la creación […] Nos entretenemos con
ella cuando la experiencia se nos hace demasiado banal; transformamos esta
última cierto que por medio de leyes analógicas, pero también según principios
que están más arriba, en la razón (y que son para nosotros tan naturales como
aquellos otros según los cuales el entendimiento aprende la naturaleza
empírica) […] Semejantes representaciones de la imaginación pueden llamarse ideas […]” (Ídem,
pp.
258).
[10] “[…] puede perdonársele a
la fantasía que desvaríe a veces, esto es, que no se mantenga prudente dentro
de los límites de la experiencia; pues, al menos, se vivificará y fortalecerá
por medio de este vuelo y será siempre más fácil moderar su atrevimiento que
remediar su laxitud. Pero que el entendimiento que debe pensar, en vez de
hacerlo, desvaríe, esto no puede nunca serle perdonado; pues en él se fundan
todos los medios para poner límites a los desvaríos de la fantasía, donde esto
es necesario” (Kant, 2010; Ak. IV,
317).
De otro lado, a modo de comentario, decimos a demás que Kant pone a la
fantasía fuera de la memoria y por ende fuera de la experiencia: “[…] la
fantasía, esto es, la imaginación creadora, no debe inmiscuirse en la memoria,
pues entonces esta resultaría infiel” (Kant, 2004, p. 96).
[11] Si bien es cierto que al
inicio de este artículo sostuvimos que la imaginación productiva planteada en
la Crítica de la razón pura nos sirve
para sostener que los postulados de la razón práctica planteados en la Crítica de la razón práctica, también
dijimos que con ella están otros conceptos los cuales sirven de bases
conceptuales para sostener dichos postulados, pero todos esos conceptos giran
alrededor de un concepto principal llamado imaginación productiva.
[12] Aquí cabe hacer un
distanciamiento sobre la imaginación reproductora, de carácter empírico, esta es
facultad sintética cuando se da el hecho de tener en frente lo dado (un ente),
pero este tipo de imaginación no transforma nada, por ello es empírica,
psicológica, es decir, solo obedece a leyes asociacionistas; y posee facultad
representativa-intuitiva, pero ambas son derivadas. Por estas razones es que
Kant sostiene que este tipo de imaginación reproductiva no tiene su lugar en la
filosofía trascendental, de otro lado, la imaginación productiva, es la que si
tiene su lugar en la filosofía trascendental. Véase la parte dos de este
escrito: II De la imaginación trascendental, y la cuarta cita del mismo.
[13] Aquí
la representación no es derivada es un acto de espontaneidad y la intuición no
es derivada, es originaria.
[14] Recordemos
que había dos fases de la fantasía según Nelly Festini, una como colaboradora
en la objetividad y la otra como ejemplaridad subjetiva.
[15] O
también dada por una fe, pues como diría Kant: “Debí por tanto, suprimir el saber, para obtener lugar para la fe […]” (Kant,
2009, BXXXI).
[16] Así encontramos en la Critica
de la razón pura: “Bajo el gobierno de la razón, nuestro conocimiento no
pueden ser, en general, una rapsodia, sino que deben construir un sistema, solo
en el cual pueden apoyar y llevar adelante los fines esenciales de ella.
Entiendo empero por sistema la unidad de los múltiples conocimientos bajo una
idea. Esta es el concepto racional de la forma de un todo, en la medida en que
mediante ese concepto se determina a priori tanto la extensión de lo múltiple,
como el lugar respectivo de las partes.” (Ídem, A833-B861). Por otra parte, en los
legajos encontrados reunidos en el Opus Postumum se sostiene ideas similares: “El
idealismo trasc[cendental] es la clave para la solución de todos los misterios
del entero mundo. […] El objeto supremo de la filosofía trascendental. Dios, el
mundo, y el dueño de este, el hombre en el mundo, es un solo sistema que
unifica la totalidad de los seres; un sistema de la razón pura” (Kant, 1991, p. 661).